
A ver que tal se me da esto del triple deporte. Des de luego, con todas las “máquinas” que andáis por aquí, inspiración no me va a faltar.
Restautante "Pim, Pam,...Pum", teniamos que pararnos a hacernos esta foto en homenaje a Santi Pons, el difusor de esta gran filosofia.
Así acabamos, tostaditos, tostaditos.
La Trek empieza a tener más años que Matusalen pero sigue dando la talla.
Que poca pendiente que tiene en la foto!. En esta trialera camino de Sant Medir no he puesto ni un pie, pero casi pongo la cabeza.
Y a 100 m. del cohe un reventón para acabar la jornada.
No se me ocurre otra manera para definir la salida de hoy. El retorno a la bici. El domingo pasado ya hice una horita treinta, para desentumecer las piernas y el martes una hora de rodillo, para no perder mucha comba. Pero hoy he salido con Karli y he celebrado por todo lo alto el verdadero retorno a la bici. Que bien me lo he pasado!. 2 horas 25 minutos para 51 km y una media de 21,4 subiendo los puertos de Orrius y Parpers, genial! Para ser el primer día no está mal. Y lo mejor de todo, es que esto es sólo el principio.
. Gracias a Karli por traer la cámara, sin ella no podrias ver estas fotos al más puro estilo Zugasti.
Justo en frente al monumento a Colón, una voz que viene de atrás me llama por mi nombre. Es Karli, ha bajado un poco el ritmo y lo he pasado sin ni siquiera verlo. Se une a mi ·via cruzis” y nos acercamos a los últimos kilómetros con unos tiempos de paso del todo patéticos, por encima de los 6 minutos el kilómetro. No queda combustible para más. Parece mentira, pero enfilamos ya la calle Sepulveda, la calle más larga del mundo. A lo lejos, muy a lo lejos, se vislumbra la penúltima curva. Por fin la giramos y ya olemos la meta. Veo a Laia, le dedico todo esto y empiezo a levantar los brazos. Karli me dice que ya está que lo hemos logrado. Cruzamos la meta juntos, levantando los brazos y parando el crono en 3 horas 37 minutos y 28 segundos. Nos abrazamos como si nos hubiéramos salvado de una catastrofe.
Casi se me cae una lagrimilla, cuando una chica de la organización me cuelga la medalla que acredita que he finalizado el maratón. El triunfo de la irracionalidad del sufrimiento sobre lo racional, que es dejar de sentirlo. Pero como alguien ha dicho por aquí, los que nos metemos en estos berenjenales no somos muy “normales”.
Al final puedo besar a mi mujer y abrazarme a mis padres y empezar a pensar en la próxima locura.
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