Unos días las molestias se atenúan
y la moral sube por las nuebes. La cabeza hierve de futuros proyectos y la
motivación se desparrama por todas partes. Pero luego vienen los días malos. Ay
los días malos! Otra vez para abajo, la moral al traste y todos los proyectos
anulados, casi pospuestos para siempre.
Pero a base de dar vueltas en la
montaña rusa, a base de marearse y perder el rumbo, muchas veces se aprende. Y
la conclusión es sencilla, ni los días buenos son tan buenos ni los malos
son el fin, todo forma parte del camino y la perseverancia y la paciencia son las
mejores guías.
Así que a seguir perseverando...y
armarse de paciencia.
Mi mejor aliada para recuperar sensaciones este invierno