
A las 7 de la mañana llego a Puigcerdà, en el cielo nubes amenazadoras que al final no darán agua, incluso harán la ascensión a Envalira más llevadera. Descargo la bici, como algo y al toro.
A las ocho en punto dan la salida. Como soy novato me coloco a cola de pelotón y salgo tranquilito. En seguida me doy cuenta que estoy demasiado atrás. Aquí vamos de paseo. Aprovecho la arrancada de otro ciclista para ponerme a rueda y en el segundo kilómetro alcanzamos la cola del primer pelotón. El ritmo es vivo, pero para nada insoportable, así que, aquí me quedo. Hasta la Seu sin novedades, a excepción de dos caídas, la primera casi me atrapa y la segunda la esquivo sin quedarme cortado gracias a una isleta que hay a la izquierda de la carretera. Enfilamos ya hacia la frontera andorrana. Aquí empieza lo bueno y con la subida se inicia mi paranoia personal. Me creo que el primer pelotón, en el que yo iba, esta formado por totalidad de los participantes de la marcha, así que hago el resto del recorrido pensando que voy de los últimos. Incluso en un tramo de la subida, donde me adelantan unas cuantas motos de la organización, me creo soy el farolillo rojo. Una empanada total. La subida la inicio a mi ritmo, sin cebarme, consciente de mis carencias a la hora de escalar. Según el rutómetro se corona en el kilómetro 93, así que voy ahorrando fuerzas. A medida que se acerca el kilómetro 93, ya me doy cuenta que una de dos o el rutómetro está mal o al puerto de Envalira esta noche le han añadido algún kilómetro. Efectivamente el rutómetro está mal y del 93 a la cima quedan como mínino 4 kilómetros más. A la postre los que me sobrarán de la ascensión. Unas eses para enmarcar, en las que ves todo lo que te queda y lo justito que vas. Por fin llego al puerto. Des de aquí veo algunos ciclistas al inicio de las eses y al menos empiezo el descenso pensando que el último, no soy.
Me abrigo y “pa bajo”. Paradójicamente es el momento crítico de la marcha, estaba loco por iniciar el decenos y ahora que la carretera va para abajo me noto cansado y muy cargado de cervicales, no puedo acoplarme bien y no bajo a gusto. Hace un frío del carajo y ni me noto los dedos de los pies. A pesar de todo bajo rápido, no alcanzo a nadie, ni nadie me rebasa. Al inicio de Puymorens atrapo a un participante que va jurando en arameo. Tal y como me habían dicho, Puymorens es una tachuela y la paso sin agobios. Otra vez para abajo. Al llegar al falso llano estoy más solo que la una y pega un viento de cara bastante fuerte, así que decido dejarme coger por algún grupito que venga por detrás. En un par de kilómetros me alcanza un grupo de 5, que van relevando, me pongo a cola y recupero un poquito. En breve ya estoy entrando en los relevos, vamos bien y no bajamos de 40 por hora, en un “plis” estamos en el último repecho y en meta. Cinco horas y cinco minutos de esfuerzo, una media algo superior a 28 por hora y posición 237 de 532 llegados (no, no iba el último). Y muy satisfecho de mi primera marcha cicloturista de carretera. Lo mejor de todo es que me lo pasé muy bien y hoy tengo aun más hambre de carretera que antes de empezar, así que…a por la siguiente.